El proyecto europeo no pasa por su mejor momento. La salida del euro de Grecia evitada por los pelos, movimientos populistas y euroescépticos al alza en varios países, crisis de refugiados, la libre circulación de Schengen tiritando, y ahora la posibilidad de que Reino Unido abandone la UE. Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), quiere empezar a cerrar incertidumbres para apuntalar la recuperación económica. Y una de las principales es la posible salida del Reino Unido de la Unión Europea, algo que podría ocurrir si los ciudadanos británicos votan esa opción en el referéndum que se celebrará antes de que finalice 2017.
"Todavía hay incertidumbre política rodeando el proyecto europeo [...] Una solución que ancle firmemente al Reino Unido dentro de la UE y que a su vez permita que la zona euro se integre todavía más, impulsaría la confianza", afirmó Draghi en la sesión plenaria del Parlamento Europeo celebrada este lunes en Estrasburgo, a donde acudió para presentar el informe anual del BCE.
Las palabras de Draghi llegan en un momento crucial de la negociación: la hoja de ruta oficiosa consiste en llegar a un acuerdo para "reformar la UE" el próximo 18 y 19 de febrero, cuando los jefes de Estado y Gobierno de la UE se reunirán en Bruselas. Este compromiso de reforma será el que esgrimirá David Cameron, primer ministro británico, ante su electorado para defender la permanencia de Reino Unido en la UE.
El acuerdo no es sencillo. Londres pide cuatro medidas: limitar las prestaciones sociales de trabajadores de otros países de la UE, blindar a la City londinense de daños colaterales por la integración de la zona euro, dotar de mayor poder de decisión a los parlamentos nacionales y elminar burocracia para aprovechar mejor el mercado interior.
Pero donde Cameron dice "limitar las prestaciones", el resto de países leen "discriminación", y cuando Downing Street pide blindar la City, algunas capitales entienden "derecho de veto para frenar la integración económica europea".
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En el primer caso, se barajan soluciones intermedias, como la activación de un "freno de emergencia", cuando el sistema británico no pueda soportar más inmigrantes. En el segundo, está todavía por ver.
Cameron almorzó el pasado viernes en Bruselas con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. El domingo cenó con Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo. Todavía no hay acuerdo, pero los negociadores siguen trabajando para tratar de cuadrar el círculo: un acuerdo que no vulnere los tratados europeos y que a su vez Cameron pueda vender en casa como una victoria frente a lo que los euroescépticos británicos denominan "euroburocracia".