España ya lleva un año en campaña, pero los dirigentes políticos siguen enrocados. PSOE y PP pelean por el voto útil, mientras que Unidos Podemos busca la hegemonía de la izquierda y C"s quiere ser la llave. El Rey ha tenido que pedirles "que no cansen".
España lleva ya un año entero en campaña. Desde que en mayo de 2015 los comicios municipales y autonómicos dieron el pistoletazo de salida de la maratón electoral, la contienda política se ha convertido en un bucle. Durante más de 365 días los dirigentes de los grandes partidos han dado vueltas y vueltas sobre la ingobernabilidad, de manera que su actuación ya cotiza como una suerte de nueva prima de riesgo, cuyos puntos básicos son la inestabilidad y la inseguridad jurídica.
Hay una idea-fuerza que les es común a los cuatro grandes partidos: la repetición de las elecciones es un fracaso en sí. Sin embargo PP, PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos se han puesto manos a la obra para aparentar que el 26-J es una oportunidad para "fortalecer" la democracia y rejuvenecerla con un pequeño lifting de votos. La campaña electoral ha comenzado de nuevo, por la sencilla razón de que nunca se fue. Una vez materializada la incapacidad de los líderes políticos para construir pactos útiles, la responsabilidad vuelve de nuevo al votante.
Descontando que en política ya nada es igual que hace cuatro años y medio -cuando los españoles le dieron una oportunidad plenipotenciaria a Mariano Rajoy-, estas elecciones servirán para certificar si lo que toca es el cambio real o una patada gatopardista hacia adelante.
Bipartidismo
El bipartidismo tiene en esta falsa "segunda vuelta" electoral una ocasión de oro para reconquistar el espacio perdido ante los emergentes C"s y Unidos Podemos, con el principal argumento de que el voto del cansancio ya vale contra todos, no sólo contra los dos grandes. Los partidos dinásticos reivindicarán su capacidad para dar estabilidad al país desde la Transición, haciendo ver que en estos cuatro meses se ha demostrado que "el cambio" era más de lo mismo. Y en "lo mismo" no hay quien les gane a PP y PSOE.
El resumen de la estrategia electoral de PP y PSOE es común. "El votante ya conoce a Podemos y a Ciudadanos". Es un mensaje tremendamente sintético, pero efectivo. La segunda parte del eslogan ("y no los votará porque ha visto que no son de fiar") queda omitida, lo que le da aún más fuerza al planteamiento.
"Lo que era el PP lo sabían todos los españoles. Lo que son los protagonistas de la nueva política no lo sabía casi nadie. Por fortuna y porque eso permite juzgar con mayor conocimiento de causa, ya los conocen los españoles", ha atajado Mariano Rajoy. Pedro Sánchez opina algo similar: "Nos presentamos los mismos candidatos, pero los españoles ya no nos ven igual". Hasta Albert Rivera se suma al carro: "Los españoles ya saben quién es quién, quién quiere acordar y quién quiere bloquear".
Gracias a su estrategia de "esperar antes de actuar", Rajoy ha llegado a esta nueva campaña electoral con menos desgaste que sus rivales. "Me siento como si estuviera a la mitad de la tarea", anunció Rajoy. El presidente en funciones confía en que la abstención y el voto útil le devuelvan un puñado de diputados, por eso no esconde su alegría por que se repitan los comicios: "El entendimiento entre Podemos, PSOE y Ciudadanos era mucho peor para España que la convocatoria de elecciones", dice Rajoy. Este argumento le sirve al líder del PP de preámbulo para colocar su verdadero mensaje: el voto a Ciudadanos es inútil, ya que se ha echado en brazos del PSOE y volvería a hacerlo.
Pero, claro, ese argumento puede volverse en contra del PP. "¿No debería dejar Rajoy que Ciudadanos deshuese al PSOE?", opina en su blog de EXPANSIÓN el consultor político Iván Redondo.
Las estrategias "no se cuentan", dijo el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado. Acto seguido, la contó, claro: "Somos el voto útil para que en España no gobierne Podemos".
A dos meses de acudir a las urnas, todas las tácticas entroncan en la lucha por el voto útil, porque lo cierto es que los votantes siguen sin decantar sus papeletas del todo hacia la gobernabilidad, a tenor de las encuestas. La mayoría de ellas le da algo ventaja al posible bloque PP-C"s, aunque la confluencia de Podemos e Izquierda Unida en Unidos Podemos es un factor disruptivo que puede romper definitivamente el tablero electoral.
Iván Redondo asegura que "la unión de Podemos e IU supone un terremoto político, porque una concentración de voto de izquierdas obliga a contar nuevamente los últimos escaños, los restos que son los que van a decidir el nuevo Gobierno". Es decir, todo lo que la Ley D"Hondt le quitaba a IU se lo puede dar ahora a Unidos Podemos.
La coalición de izquierdas "altera el mercado y obliga a realizar semanalmente nuevas encuestas. Tendremos un segundo partido y tercero muy fuertes compitiendo por esos últimos diputados. Y el resultado es imprevisible", porque "cuatro o cinco escaños arriba o abajo dan un Gobierno", agrega Redondo.
Las encuestas semanales son producto de la dispersión demoscópica actual. Ningún sondeo coincide con otro, pero sí hay consenso en que PP y Ciudadanos pueden acercarse a la mayoría. Así lo apunta la última encuesta del Instituto IMOP, elaborada para Llorente & Cuenca. Este sondeo le da 123 escaños a la formación de Rajoy (los mismos que hace cuatro meses) y 53 a la de Rivera. Podemos y sus confluencias se darían un batacazo, pasando de 69 diputados a 48, aunque Iglesias ya prepara una segunda "remontada", como la que le catapultó el 20 de diciembre hasta la tercera plaza. Izquierda Unida se disparaba en esta encuesta de 2 a 12 escaños. El PSOE se quedaba igual, con 90.
El CIS pintó un panorama similar. Ciudadanos subiría de 13,9% del 20 de diciembre al 15,6%, mientras que el PP caería del 28,7% al 27,4%. La suma de Podemos e IU se dejaría un porcentaje similar a los populares (del 24,3% al 23,1%) y el PSOE se mantendría en el entorno del 22%.
Otras encuestas vaticinan que Unidos Podemos podría superar al PSOE y llegar hasta 95 diputados. Sería el sorpasso que tanto temen en Ferraz. Por eso Pedro Sánchez tiene una estrategia similar a la de Mariano Rajoy. Su mantra es desalojar al Partido Popular de La Moncloa, pero su objetivo es evitar que le adelanten por la izquierda, algo que supondría su inmediata dimisión.
Así que Sánchez le habla ahora más al votante de Podemos que al suyo: "Aquellos que se alzaron gritando "no nos representan" no representan a sus votantes porque han mantenido a Rajoy en el Gobierno", les dijo a sus parlamentarios, para que lo oyeran los hijos del 15-M. Por si no había quedado claro, remató la jugada exclamando: "¡Nosotros sí podemos, porque queremos!".
Pero ocurre que Pablo Iglesias ha comenzado ya la campaña para destronar a Sánchez, y eso pasa por dividir las filas socialistas. El líder de Unidos Podemos inauguró la precampaña invadiendo el espacio aéreo socialista para soltar una bomba de racimo en forma de propuesta. Iglesias ofreció al PSOE concurrir juntos al Senado, para evitar la mayoría absoluta del PP. La aritmética está de su lado, ya que un hipotético tripartito de izquierdas ganaría en 46 de las 52 provincias, y los populares, sólo en dos. Pedro Sánchez rechazó con contundencia el órdago de Iglesias, pero algunos de sus barones no. El pulso más evidente fue el del presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, quien defiende, contra el criterio que Ferraz, que la coalición sería una muy buena idea para la Cámara alta.
Los líderes socialistas de baleares y Aragón también amagaron en ese sentido. El secretario general los frenó en seco, porque sabe que el caramelo envenenado de Podemos puede desestabilizar el partido en el peor momento posible. Y le quitaría un buen puñado de votos.
La ambición de Sánchez es "recuperar el voto de la gente desencantada", también de votantes del PP y de Ciudadanos, y por eso va a "tender la mano a votantes de izquierda y de derecha que quieran cambiar el rumbo". Apenas unas horas después de que caducara el pacto sociociudadano, Iglesias ya se lanzó al cuello de su exsocio, al que llamó de nuevo "la derecha".
Entretanto, Albert Rivera sigue fiel a la estrategia que tan buenos réditos le ha dado (al menos, demoscópicamente) y se presenta como el líder moderado y capaz de propiciar los pactos. Mientras los otros tres grandes partidos se tiraban los trastos, él aprovechó para proponer que la campaña cueste la mitad.
Una semana antes de convocar las elecciones, Felipe VI les hizo a los partidos una petición que planea sobre toda la campaña: "No cansen". Es un llamamiento con una gran carga simbólica, porque conecta con el hartazgo de la ciudadanía y denuncia que el pacto no ha sido posible por los vetos ad hominem.