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20/11/2013 | Soria | ABACO SORIAL S.L.

Solo un desastre puede evitar rentabilidades de hasta el 15%

Economía y empresa


La ausencia de huracanes en Florida o de terremotos en Japón durante tres años puede generar una rentabilidad a un inversor superior al 10% anual. ¿Cómo? A través de los bonos catástrofe, que ofrecen elevados retornos siempre que no se produzca un desastre natural en un determinado periodo de tiempo. Schroders acaba de lanzar un fondo que invierte en este tipo de activos.

Aunque el tifón que acaba de asolar Filipinas ha devuelto a la actualidad otras grandes catástrofes, lo cierto es que el terremoto y posterior tsunami de Japón tuvo lugar hace ya casi dos años y el huracán Katrina destrozó Nueva Orleans hace ocho años. Estas catástrofes y otras de menor magnitud suponen desembolsos millonarios para las aseguradoras, por lo que han puesto en marcha unos instrumentos que ofrecen una elevada rentabilidad al inversor mientras no se produzca una catástrofe prefijada dentro de un periodo de tiempo determinado. Son los denominados bonos catástrofe. Estos productos se desarrollaron a mediados de los años noventa, después de que en 1992 el huracán Andrew azotara la costa de Florida, al sur de Miami, destruyera bienes asegurados por valor de 15.500 millones de dólares (de un total de pérdidas de unos 30.000 millones) y "arrasará" 11 compañías de seguros. Estos bonos se emiten, por lo general, con rentabilidades de entre el 8% y el 15% anual, y vencimientos a tres años. Pueden cubrir catástrofes como huracanes en Estados Unidos, vendavales en Europa o terremotos en Japón. Pero también hay algunos bonos que cubren catástrofes no naturales, como el que emitió la FIFA por valor de 260 millones de dólares para cubrirse ante la posibilidad de que el Campeonato del Mundo de fútbol de 2002, que se celebró en Corea del Sur y Japón, fuera cancelado. En estos bonos, si tiene lugar el desastre, el inversor pierde parte o incluso toda su inversión, ya que, en función de su magnitud, el capital pasa parcial o totalmente a la compañía de seguros, que sirve para pagar las indemnizaciones. Por el contrario, si el evento asegurado no tiene lugar, la rentabilidad para el inversor es muy atractiva. Estos bonos mueven en la actualidad 13.000 millones de dólares en emisiones, con un mercado secundario que opera todos los días y con un nivel razonable de liquidez. Para Rosalind Mann y Katie Green, de Soluciones Estratégicas de la gestora británica Schroders, una de las ventajas de invertir en bonos catástrofe es que "sus rentabilidades no está conrrelacionadas con factores macroeconómicos, algo raro en el mundo de las inversiones", lo que resulta útil para diversificar las carteras, y "presentan un atractivo especial en climas económicos inciertos", por lo que pueden servir de refugio. Por ejemplo, en 2008, en plena crisis financiera, los bonos catástrofe fueron uno de los pocos activos que ofreció rentabilidades positivas. El índice global de Bonos Catástrofe que puso en marcha Swiss Re en enero de 2002 ha dado rendimientos positivos en el 93% de los meses (frente al 64% de la renta variable, los bonos corporativos o los hedge funds), con una rentabilidad anualizada del 8,5%, en un periodo de tiempo en el que han tenido lugar desastres naturales de la envergadura de los huracanes Katrina, Ike o Sandy y el terremoto y posterior tsunami de Japón. En cualquier caso, aunque las pérdidas suelen ser menos frecuentes que en otro tipo de activos, cuando se producen pueden ser muy elevadas, ya que las catástrofes naturales se producen con relativa poca frecuencia, pero cuando lo hacen sus consecuencias suelen ser devastadoras. La posibilidad de perder todo o parte de la inversión si se produce la catástrofe hace recomendable la diversificación entre varios bonos de este tipo, ya que, como destacan las expertas de Schroders, "la probabilidad de que numerosos desastres naturales de gran escala tengan lugar en un periodo de tiempo limitado es muy baja". Cómo invertir De ahí que para el inversor la mejor forma de acceder a este tipo de activo es hacerlo a través de un fondo de inversión. Los fondos tienen la ventaja añadida de, además de en los bonos catástrofe, poder invertir en otros seguros vinculados a valores negociables, como los relacionados con la aviación o las instalaciones energéticas en el mar. También pueden formar parte de la cartera transacciones privadas, entre reaseguradoras e inversores individuales, que suelen ser a plazos más cortos (un año) y que no cotizan. Schroders acaba de registrar en España el fondo Schroder GAIA Cat Bond, que invierte un mínimo del 80% de su cartera en este tipo de activos y otros títulos negociables vinculados a seguros en todo el mundo. El objetivo de rentabilidad del fondo es batir al LIBOR a 3 meses en dólares más un 6% anual de rentabilidad neta y aspira a tener unos retornos totales con una baja correlación con los activos tradicionales. El fondo NGAR Secquaero ILS, gestionado por Daniel Ineichen y recientemente fusionado con el Schroder GAIA Cat Bond, acumula desde su lanzamiento una rentabilidad anualizada del 7,27%. El fondo está especialmente dirigido a inversores institucionales, como los fondos de pensiones. GAM comercializa el GAM Star Cat Bond en versiones para inversores particulares e institucionales y en distintas divisas.